El odio se sentó en nuestra mesa: discriminación y violencia
Foto: Gabriela Martínez/MujeresNet
Por Georgina Ligeia Rodríguez Gallardo
Los discursos de odio buscan dividir y enfrentar, es por ello que debemos ser personas observadoras y objetivas para discernir y rechazar a aquellos/as que ostenten poder y los emitan… la significativa difusión del odio a partir de las redes sociales convierte al odio en una avalancha de gran cobertura.
“Si las masas pueden amar sin saber por qué,
también pueden odiar sin mayor fundamento”.
William Shakespeare
El odio es un sentimiento que ha acompañado a la humanidad desde las primeras especies humanas. El Homo Sapiens odió a los Neandertales hasta llevarlos a la extinción. Por ello no debe de extrañarnos que exista el odio entre humanos, lo que debe de preocuparnos es que no esté controlado a partir de la educación y que medios de comunicación, las redes y/o personajes lo fomenten a partir del discurso de odio.
Se trata de un sentimiento profundo que genera antipatía hacia personas o situaciones que molestan con o sin motivo. Pero odiar –en su caso más extremo– también implica una expresión de violencia en cualquiera de sus manifestaciones, ejemplo de esto es el terrorismo, y el genocidio.
El odio se arraiga, hecha raíces en nuestra psique, de tal manera que puede o no ser consciente y controlable. Nos pueden disgustar muchas cosas, pero odiar es específico, y generalmente es un sentimiento –más allá de las preferencias o gustos– que se destina a una persona, grupo o sector de la población. El odio es entre personas. Es una respuesta específicamente humana. Es un sentimiento que ha sido analizado desde la antigüedad ya que en las más de las veces el odio lleva a exterminar aquello que motiva la emoción.
“Según Empédocles, lo que provoca el continuo cambio, el perpetuo devenir heraclíteo[1], son dos fuerzas cósmicas que llamó Amor y Odio. El Amor tiende a unir los cuatro elementos[2], como atracción de lo diferente; el Odio actúa como separación de lo semejante. Cuando predomina totalmente el Amor, se genera una pura y perfecta esfera toda ella igual e infinita, que goza de su envolvente soledad. El Odio comienza entonces su obra, deshaciendo toda la armonía hasta la separación completa del caos. De nuevo el Amor interviene para volver a unir lo que el Odio ha separado, y así las dos fuerzas, en sus cíclicas contiendas, dan vida a las diversas manifestaciones del cosmos.” [3]
En estudios recientes de la neurociencia[4] sobre la relación del cerebro y las emociones han identificado el punto donde se originan por ejemplo: la conducta, la atención, el estado de ánimo, la memoria, el placer y la adicción: el hipocampo y la amígdala entre otras zonas.[5]
Sin embargo, el odio se localiza en otro punto; según investigaciones realizadas en el Laboratorio de Neurobiología de la University College de Londres, investigación publicada en PLoS One, el odio como un sentimiento biológico –neuronal– al igual que el amor se originan en la misma zona cerebral: el putamen localizada en el centro del cerebro y la ínsula ubicada en la superficie lateral de dicho órgano[6] –Empédocles estaba en lo cierto al relacionar el odio con el amor– y añaden “estas mismas áreas son las que se activan con el amor romántico”.[7] “El hecho de que las zonas del putamen y la ínsula también se activen por el amor romántico no es sorprendente, ya que ambas pasiones pueden conllevar a actos irracionales y agresivos”.[8]
Entre los resultados de la investigación está que el odio abre sus propios canales diferentes al del amor llamados “circuitos del odio” a diferencia de otros sentimientos, lo que propicia que el sentimiento se incremente. Los circuitos del odio “se adentran en la corteza frontal, un área encargada entre otras cosas de anticipar las acciones de los otros.”[9] Si planteamos la pregunta ¿cuál es la diferencia entre el odio y el amor? Ya que se originan en la misma zona los investigadores explican que la diferencia fundamental entre el amor y el odio es que “con el primer sentimiento se desactivan partes de la corteza cerebral relacionadas con el juicio y el razonamiento mientras que esto no se produce en el caso del odio, que sólo es capaz de desactivar una pequeña zona localizada en la corteza frontal.”[10] De esta manera la diferencia entre el odio y el amor es que el/la enamorado/a se desentiende del “sentido común” deja de razonar; mientras que la persona “…que odia no suele perder el juicio sino que es muy consciente de los pasos que da y las acciones que emprende contra el individuo odiado”.[11]
Es necesario tener presente que el odiar genera satisfactores similares al de consumir una droga; por ello es adictivo. El odio y el incremento del mismo genera mayor actividad cerebral, a mayor odio mayor satisfacción. Adicionalmente, los circuitos del odio activan otras emociones como la repulsión, la antipatía, el asco y la envidia, así como mecanismos de defensa por lo que busca argumentos en la memoria que justifiquen el sentimiento. El que odia está convencido de tener la razón. Este rechazo en su inicio no necesariamente requiere de un motivo, simplemente se detona, en algún lugar de la memoria quedó grabado el odio en las etapas tempranas del aprendizaje de niños/as. Esto es: se aprende a odiar o a qué odiar. Por tanto, el odio si bien es una respuesta neurobiológica, cuenta con una estructura sociocultural en la que es aprendida. “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente aprende a odiar, y si se puede aprender a odiar, también se puede enseñar a amar”: Nelson Mandela.
Si bien el odio ha acompañado a la humanidad, como un sentimiento exclusivo del humano social, los discursos de odio se han incrementado en años recientes. Estos discursos van acompañados del poder de personajes nacionales e internacionales que promueven, que exaltan el odio a sectores de la población, estas manifestaciones de discriminación extrema al ir acompañada del odio han encendido semáforos rojos en organizaciones mundiales de Derechos Humanos. Es cierto que personajes que exaltan el odio han existido a lo largo de la historia; por el desarrollo de los derechos humanos, democracia y otros factores generaron el discurso políticamente correcto, recientemente esto parece no importar porque se busca enfrentar a grupos por sus diferencias ideológicas, su situación de migración o por raza. El odio que tiene como origen a un personaje político con poder no sólo promueve el odio con discursos, sino con políticas públicas que afectan a sectores indefensos y vulnerables: los migrantes, las personas LGBTI[12], las mujeres. Otros grupos también son objeto de odio por religión, por raza, por pertenecer a un grupo político o por posición social. ¿Qué hacer desde la sociedad y las instituciones para frenar y disminuir las expresiones de odio?
“Ante el panorama adverso que se vive en algunos países respecto al tema de los derechos humanos, es necesario reiterar que éstos existen para proteger a las personas de los abusos de poder, y es ineludible oponerse al discurso nocivo de la propaganda basada en el odio, el fanatismo y los prejuicios, para contribuir a la promoción de la convivencia y fomentar el respeto hacia todos los pueblos”. (DFENSOR, 2017, 7)[13]
Las expresiones de odio se han incrementado como son los feminicidios, la violencia en encuentros deportivos, en el interior de las familias, los migrantes, encuentros políticos y en hechos de tránsito. No digamos el ambiente de violencia y odio emanado de los grupos criminales. Es la intensificación y manifestación del odio de grupos contra grupos. Los discursos de odio buscan dividir y enfrentar, es por ello que debemos ser personas observadoras y objetivas para discernir y rechazar a aquellos/as que ostenten poder y los emitan.
“Sabemos que la difusión del odio la emplean quienes quieren crear divisiones, buscar chivos expiatorios y apartar la atención de problemas reales. Las redes sociales constituyen un terreno extraordinariamente fértil para el discurso de odio al proporcionarle un alcance y una velocidad sin precedentes. Y el odio alimenta la intolerancia, la discriminación y la incitación a la violencia, aseveró Turk”.(OHCHR: 2023)[14]
La cultura y la convivencia social han enseñado a la persona a controlar este sentimiento, pero es necesario señalar que no siempre ha tenido éxito. El odio ha llevado al exterminio de grupos de humanos por motivos de raza, religión. ¿Por qué preocuparnos ahora más que antes del odio y su incremento? La respuesta es debido a la significativa difusión del odio a partir de las redes sociales, que convierte al odio en una avalancha de gran cobertura, en donde cualquier vocero de las redes ahora llamados youtuber, tiktoquero, influencer, hater, y los bots que me parecen aún más peligrosos, ya que se trata de programas automatizados de respuesta que pretenden ser personas utilizando las redes para incidir en las tendencias, y no sólo con pretensión de consumo o favor de personas o propuestas, sino de manera negativa, con “discursos de odio” o de ataque.
“Sociedades enteras están siendo envenenadas en la actualidad con información errónea y con odio”, afirmó de Varennes ‘Debemos poner fin a esto. Todo el mundo debe tener un acceso seguro a las redes sociales, con capacidad para poder expresarse sin correr el riego de ser víctimas de discriminación, racismo, violencia u hostilidades’”. (OHCHR, 2021)[15]
Pero cómo enfrentar la difusión del odio, no sólo en los medios de comunicación, o en las redes sociales que representan un peligro para minorías y grupos vulnerables. El odio es violencia y es peligroso.
“En todo el mundo vemos una oleada de xenofobia, racismo e intolerancia, misoginia violenta y también antisemitismo y odio antimusulmán. En algunos lugares, las comunidades cristianas son atacadas. Las opiniones odiosas y destructivas se habilitan y amplifican exponencialmente a través de la tecnología digital, a menudo dirigidas a mujeres, minorías y los más vulnerables. Los extremistas se reúnen en línea y radicalizan a nuevos reclutas.
«Tanto en las democracias liberales como en los regímenes autoritarios, algunos líderes políticos están incorporando las ideas y el lenguaje de estos grupos, alimentando el odio, a la corriente principal, normalizándolos, engrosando el discurso público y debilitando el tejido social”. (Naciones Unidas: 2019)[16]
Bajo esta línea el odio es una respuesta biológica emocional que responde a una estructura social y cultural que reproduce, legitima y normaliza el odio. Es la fórmula terrible para que las sociedades reproduzcan el odio. El cuerpo responde al odio con partes del cerebro que se activan y desactivan, lo que mantiene, y potencializa el sentimiento. El neurólogo Jaime Eduardo Calixto González[17] señala que el odio desensibiliza y genera dolor no físico, sino moral que provoca una sensación de enojo que se incrementa al grado que activa otras emociones negativas como asco, e impulsa mecanismos de protección, de defensa. La persona que odia justifica su odio, busca venganza, busca castigar y finalmente busca ejercer violencia, erradicar aquello que le genera todas estas alteraciones.
Adicionalmente la persona que odia busca justificación, aprobación de otros, busca seguidores que comparten aprendizajes o encuentran resquicios en la memoria que coincidan con ese odio, entonces se inicia un proceso social en que el odio es compartido. Ejemplo de esto: el genocidio, por religión, raza y discriminación. Quien odia busca ser comprendido, comparte su odio y pierde objetividad, se desprende una carga neuroquímica que apaga todo razonamiento y control. La dopamina en el odio se libera de manera alta, el cerebro activa las neuronas, la memoria con recuerdos que reactivan el odio, el enojo y la pérdida de objetividad y se cree que estás en lo cierto (neurólogo Calixto González).[18]
Calixto González asimismo señala que lo que odiamos es aprendido ente los 7 y 14 años de edad, por tanto, los detonantes son aprendidos desde la familia. Expone que en los estudios recientes se manejan dos principios: (1) principio de odio TRUMP amenazador, reaccionario maquiavélico, despiadado y partidista; (2) en contraparte está el principio Gandhi en que lo que se requiere es ser generoso, afectuoso, empático, humanista, educados e impersonales. Calixto González ofrece antídotos contra el odio que es incrementar la oxitocina a través de buscar el contacto con alguien que te quiere o algo que tranquiliza, puede ser un abrazo afectuoso; en caso de sentir odio es necesario identificar el detonante, ser objetivo/a y alejar lo que provoca el odio. Y en el caso de enfrentarse a una situación de odio a partir de bajar este estado de animadversión de una persona con adjetivos positivos, a la gente le gusta que la ensalcen. Y aunque suene a cliché, la educación, la formación positiva desde la familia con valores que fomenten el respeto, el optimismo, la cooperación, la gratitud y sobre todo la empatía.
El incremento del odio aparejado con la violencia es un tema preocupante para México y para el mundo, por eso las Naciones Unidas y Derechos Humanos diseñaron una Estrategia y Plan de Acción de las Naciones Unidades (2019) para trabajar en torno al discurso de violencia:
“Aumentar la comprensión y el monitoreo del discurso de odio y de su repercusión sobre la sociedad.
«Definir y elaborar programas para abordar los vectores y las causas profundas del discurso del odio.
«Apoyar los relatos alternativos y positivos que permitan contrarrestar el discurso de odio”. (OHCHR: 2019)[19]
De esta manera, el odio es un sentimiento profundo y desencadenante de más emociones negativas que buscan atacar, destruir lo que provoca dolor, asco, envidia; y la persona está convencida –por su aprendizaje social y familiar– que su odio está justificado. Este proceso de socialización del odio es generado en las estructuras sociales e institucionales que lo reproducen. No podemos cerrar los ojos a los detonantes del odio. Es necesario que las instituciones sociales se fortalezcan; además de incrementar los factores de protección y disminuir los factores de riesgo. La persona debe de aprender desde temprana edad a ser empática, generosa, respetuosa, entre otros valores fundamentales para la convivencia en comunidad. “Aquellos que educan bien a los niños merecen recibir más honores que sus propios padres, porque aquellos sólo les dieron la vida, éstos el arte de vivir bien”: Aristóteles, filósofo griego, 384-233 A.C.
Notas;
[1] “En el estudio filosófico de la ontología, el concepto de devenir se originó en la antigua Grecia con el filósofo Heráclito de Éfeso, quien en el siglo VI antes de Cristo, dijo que nada en este mundo es constante excepto el cambio y el devenir”. https://es.wikipedia.org/wiki/Devenir#:~:text=En%20el%20estudio%20filos%C3%B3fico%20de,decir%2C%20todo%20es%20impermanente
[2] Agua, aire, tierra y fuego
[3] https://www.umcervantes.cl/grandes-pensadores-de-la-historia-de-la-humanidad-empedocles/
[4] Área de investigación que busca desentrañar cómo funciona nuestro cerebro
[5] https://www.bbc.com/mundo/noticias/2012/06/120620_cerebro_amor_lugar_men
[6] https://www.elmundo.es/elmundosalud/2008/10/28/neurociencia/1225212941.html
[12] Iniciales de las palabras lésbico, gay, bisexual, transgénero e intersexual.
[13] https://cdhcm.org.mx/wp-content/uploads/2014/05/dfensor_02_2017.pdf
[14] https://www.ohchr.org/es/press-releases/2023/06/un-human-rights-chief-hate-speech-has-no-place-our-world
[15] https://www.ohchr.org/es/stories/2021/03/report-online-hate-increasing-against-minorities-says-expert
[16] https://www.un.org/sg/en/content/sg/statement/2019-06-18/secretary-generals-remarks-the-launch-of-the-united-nations-strategy-and-plan-of-action-hate-speech-delivered
[17] Jaime Eduardo Calixto González, investigador en Ciencias Médicas, Jefe de Departamento y Área Médica del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente, licenciado en Medicina por la Facultad de Medicina (UNAM), y doctorado en Investigación Biomédica Básica por el Instituto de Fisiología Celular (UNAM).
[18] https://www.marthadebayle.com/v2/especialistasv2/eduardo-calixto/el-cerebro-y-el-odio/
[19] https://www.ohchr.org/es/stories/2019/09/interview-special-advisor-genocide-adama-dieng-hate-speech
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