Liliana
Con una mezcla de ensayo, investigación, crónica y testimonio, Cristina Rivera Garza aborda el feminicidio de su hermana Liliana, logrando un libro que «palpita, suda, revela y duele».
“¿Quién tiene derecho a decidir cuánto tiempo es mucho tiempo y cuánto es poco?”, se pregunta Cristina Rivera Garza cuando empieza a investigar sobre el feminicidio de su hermana Liliana, una joven de 20 años, estudiante de arquitectura en la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco. 29 años, tres meses y dos días, fue el tiempo que ella tardó en iniciar la averiguación al respecto porque las autoridades en México…
El producto de esa labor es El invencible verano de Liliana, un libro apoyado en documentos, reflexiones, material jurídico, notas de prensa, cartas, dibujos, entrevistas a amigos, conocidos, familiares. En él se ofrecen comentarios, interpretaciones, reconstrucciones, preguntas, búsqueda de justicia y, sobre todo, una mezcla de amor-dolor intacta que permite abrigar un tema que siempre será una herida abierta.
Los recuerdos aparecen como retazos. Sin embargo, la autora nacida en Matamoros, Tamaulipas en 1964, logra confeccionar de manera magistral la personalidad de su hermana, las vivencias de ambas. Recrea toda una época, va de la música a las pegatinas, de la moda a la política de los años ochenta. Recupera las aspiraciones y los deseos de Liliana, así como la terrible relación que mantuvo con Ángel González Ramos, el homicida, incluso en varios momentos ya en contra de su voluntad.
“¿Quién tiene derecho a decidir cuánto tiempo es mucho tiempo y cuánto es poco?”, se pregunta Cristina Rivera Garza cuando empieza a investigar sobre el feminicidio de su hermana Liliana.
En 1990 no existía la palabra feminicidio. Este tipo de asesinatos los definían las leyes, la sociedad en general y la prensa en particular como “crímenes pasionales”. Y ese calificativo era como un atenuante en las sentencias. La obediencia, el silencio, la sumisión, la abnegación e incluso la fidelidad eran un “bien social” y todo el mundo se sentía con derecho a opinar. Muy lejos de las mujeres estaba la ley, no porque ahora no lo esté; pero, antes era peor.
“… Ni Liliana ni los que la quisimos tuvimos a nuestra disposición un lenguaje que nos permitiera identificar las señales de peligro. Esa ceguera, que nunca fue voluntaria sino social ha contribuido al asesinato de cientos de miles de mujeres en México y en el mundo. Como bien lo ha argumentado Snyder en No Visible Bruises, lo que no sabíamos sobre violencia doméstica, sobre terrorismo íntimo de pareja, al inicio de la última década del siglo XX, en un país en que la violencia contra las mujeres iba alarmantemente en aumento, invadió una noche a la vivienda de mi hermana en Azcapotzalco, le colocó una almohada sobre la cara y le quitó la vida. Muerte por sofocación. Pero su trabajo, el trabajo soterrado y constante de la violencia, había iniciado muchos años atrás, cuando mi hermana era apenas una adolescente. Y Liliana, valiente y amorosa, intentó por todos los medios lo que tantas mujeres en su lugar han hecho: se le opuso, trató de escaparse, la negó, se acopló a ella, se le resistió, la desactivó, negoció con ella, hizo todo lo posible e imaginable hasta que, apenas un poco tiempo antes del feminicidio que le quitó la vida, se fue de él. Se fue de Ángel. Emocionalmente. Físicamente”. (p. 196).
La cita anterior refleja algunas de las conclusiones que se pueden advertir en el texto. A veces, hay luces amarillas que quieren anunciar que algo anda mal en una relación de pareja, pero no se ven con claridad o sólo deslumbran o se disculpan los “detalles” que avisan del peligro. La violencia siempre va en aumento, desde la sutil, la que casi no se advierte, hasta la que deja lesiones permanentes físicas y emocionales o hasta la que lleva a la muerte.
Un dato importante: “De acuerdo a Snyder y a la cronología de creciente peligro que propone para relaciones signadas por violencia de pareja, las mujeres están en mayor riesgo de perder la vida a manos de sus exparejas en los tres meses posteriores a que el manipulador se da cuenta de que, esta vez, la separación es real”.
Liliana está presente en las marchas y en nuestros corazones. Gracias, Cristina, por este libro que cimbra e indigna, pero que da esperanza.
Albert Camus regala el epígrafe: “En lo más profundo del invierno aprendí al fin que había en mí un invencible verano”. La frase es una clave, un guiño entre las dos hermanas que, finalmente, da la pauta para el título de la obra, la cual está estructurada en XI capítulos que revelan el gran oficio de escritora que tiene la también catedrática en la Universidad de Houston. Aquí logra entremezclar el ensayo, la investigación, la crónica, el testimonio, y a todo esto se le suma su capacidad de utilizar técnicas literarias para contar la realidad con tensión narrativa.
En consecuencia, quien tenga la oportunidad de acercarse a esta publicación, podrá advertir que el libro palpita, suda, revela, duele. A la frase de la autora “llorar es un acto civilizado”, se puede agregar que escribir, como lo hace ella, también lo es.
En febrero de este año El invencible verano de Liliana obtiene el Premio Mazatlán, el cual en 47 años sólo se le ha otorgado a 4 mujeres: Elena Poniatowska (dos veces, en 1971 y 1993), Ángeles Mastretta (1986), Malva Flores (2021) y, ahora, a Cristina.
El patriarcado no se va a caer, “Al patriarcado lo vamos a tirar”, dice Cristina Rivera Garza y lo decimos todas. Liliana está presente en las marchas y en nuestros corazones. Gracias, Cristina, por este libro que cimbra e indigna, pero que da esperanza. Te abrazo con el cariño que nace de la admiración.
Rivera Garza, Cristina. El invencible verano de Liliana. Penguin Random House Mondadori. México, 2021, 302 pp.
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