¿Mujeres contra hombres? John y Sabina
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El incidente entre Sabina Berman y John Ackerman nos muestra cuán difícil es entender que los derechos de las audiencias se tejen desde la empatía, el respeto, la igualdad y la equidad. Los derechos no sólo son discurso o letra, son acciones y ejemplos.
Había un programa muy popular en TV Azteca, hace poco más de diez años, que se llamaba Ellas contra Ellos: “en el que famosas y famosos se enfrentaban para decidir quién es mejor…” Esa visión binaria y oposicional restringida, en pleno siglo XXI, no se ha superado. La temática simple de los payasos de fiestas infantiles que contraponen a niñas contra niños es, para nuestra pena propia y ajena, vigente. Bajo estos mandatos no podremos superar el machismo, la violencia, ni la inequidad. Mucho menos podremos tener programas mediáticos de calidad.
Este es el caso, por ejemplo, de la controversia pública y de medios públicos, pero también de los derechos de las audiencias, sobre la “diferencia” que tuvieron Sabina Berman y John Ackerman en su programa del canal 11 John y Sabina, el 10 de noviembre, y que el 12 en comunicado de la televisora se dio por concluido “de manera acordada por los conductores”.
Para resumir, en el programa pregrabado, ese día tenían una entrevista con el secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma. La emisión la inició Sabina Berman, invitando a su co-conductor a expresarse sobre la represión armada contra las manifestantes de Cancún, Quintana Roo, por el asesinato de la joven Bianca Alejandrina. Sin embargo, John Ackerman la ignoró y dio pie a la entrevista con el secretario de Educación Pública. Después de intentar dos veces intervenir, Sabina por fin logra hablar y se dirige al invitado preguntándole ¿qué se puede hacer ante el machismo de Ackerman que no la deja hablar, se impone, la ignora?
Este hecho desató la polémica, de inmediato se calificó o descalificó la acción y reacción de Sabina, pocos se centraron en Ackerman. Se dijo que era “berrinche”, que “los trapos sucios se lavan en casa” y que no se ventilan en público, que se faltó a las audiencias al exponer el desacuerdo entre conductores, que saboteó el programa, y un largo etcétera.
En los estudios sobre el habla, la lingüística tiene muchas luces y aportaciones sobre el tema. Deborah Tannen tiene diversas investigaciones sobre la comunicación entre géneros y encontró hallazgos que nos dan pista o argumentos sobre lo que vimos en TV y lo que interpretamos del hecho “Sabina y John”.
Para comenzar, la lingüista norteamericana afirma que en la vida social el diálogo es constante y puede darse sobre temas intrascendenres o catastróficas, o importantes y cruciales. El diálogo es constante y en éste se da el conflicto, la oposición, la cooperación y/o el acuerdo. Sin embargo, un elemento clave para que se dé la comunicación es el metamensaje o lo que se comunica con actitudes y es a partir de éstas como se da la respuesta, la reacción.
Se interpretó la protesta de la conductora desde viejos patrones que sancionan la voz, el derecho de interpelación y de denuncia de las mujeres: “calladitas se ven más bonitas”.
En esta ecuación comunicativa, la base o plataforma que soporta estilos y formas de comunicarnos es la cultura, la socialización histórica del lugar y papel que debemos jugar mujeres y hombres. De ahí que asociemos a mujeres con la crianza, la ternura, la comprensión, la sumisión, el cuidado, la casa, la belleza, la sensibilidad y el silencio, entre otras cualidades, virtudes y acciones; y a los hombres con la fuerza, el poder, la razón, el conocimiento, el equilibrio, la acción y el liderazgo.
Dice Tannen que en el rejuego comunicativo “para encarar las percepciones nuevas, las comparamos con nuestra experiencia anterior… Funciona muy bien cuando el mundo que encontramos se comporta como el mundo lo ha hecho en el pasado, pero nos hace perder el camino cuando el mundo es nuevo.”
Esto sucedió con el “desencuentro” de Sabina y Ackerman. Se interpretó la protesta de la conductora desde viejos patrones que sancionan la voz, el derecho de interpelación y de denuncia de las mujeres: “calladitas se ven más bonitas”.
Desde el medio, sólo se atinó a expresar, vía comunicado oficial, el fin del programa por “mutuo acuerdo”, aún cuando Sabina expuso que esta situación adversa a su papel de co-conductora lo había hablado con la dirección del Canal Once hasta en ocho ocasiones. Desde la Defensoría de Audiencias del mismo canal, se expresó que el público no tenía por qué exponerse a “las diferencias entre los conductores” y que el programa al aire no es el mejor espacio para dirimirlas, con esta postura confluyeron algunos opinadores de medios. Incluso, en redes, hubo burla sobre la actitud de Sabina, tacharon su respuesta de “berrinche”, de “reclamo inapropiado”, de “tema que no tenía que ver con el invitado y la educación a distancia”. Se retomó el sarcasmo de Dresser para denostarla, es decir, se repitió sin contexto para cuestionar a los detractores de Sabina, quienes la han calificado de “chaira”, “arrastrada lame huevos”, “burguesa blanca que analiza el país desde el privilegio” y de “mal cogida”.
En esta confusión y sanción cultural, sólo la Comisión de Género del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM fue clara respecto a pronunciarse en contra de la descalificación, discriminación y anulación de voz de Sabina por el investigador de este mismo Instituto, John Ackerman.
Este incidente nos muestra cuán difícil es entender que los derechos de las audiencias se tejen desde la empatía, el respeto, la igualdad y la equidad. Los derechos no sólo son discurso o letra, son acciones y ejemplos. Dejar pasar este tema, o bien seguir descalificando a la “víctima”, es común y reiterado de una sociedad que está lejos de entender y hacer real el derecho de las mujeres en general, y como audiencias en particular, y apelar al ejemplo estadunidense sobre igualdad y derechos: todos somos iguales pero unos (blancos) más que otros (negros y latinos). En este caso, más los hombres que las mujeres.
Largo es el camino de los derechos en todos los ámbitos.
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